TAMBIEN LONGEVOS
Ayer, a los 91 años, paró las patas Augusto Pinochet Ugarte, quien se lleva a esta tierra la proeza sin igual de haber abortado a bombazos la posibilidad de un socialismo en libertad y democracia. Como lloraba una joven, partida el alma por el patriótico sentimiento, haciendo fruncir por su emocionada conciencia política: "No permitió que Chile fuera una segunda Cuba." Gran verdad. A todos los maltrechos del mundo, casi convertidos en vegetales por graves padecimientos neurológicos genéticos o adquiridos, los llevan a la isla para que los devuelvan como a nuevo. A Chile, en cambio, sólo se puede ir de shopping. Es una especie de Miami reducida por los jíbaros.
Sin embargo, la preocupación metafísica que nos embarga, más que eso nos remata, es por qué este tipo de ejemplares duran tanto. Sin ir más lejos, ahí tenemos al bueno del Generalísimo Francisco Franco, Caudillo de España por la Gracia de Dios. Casi hubo que darle el golpe de gracia con el papagayo. Otro amiguito de ellos, que se nos fue hace pronto, otro tanto: Alfredito Stroessner, El Colorado, un patriota admirable y un militar invicto al servicio del Delito Organizado.
Si la salud del augusto general no se hubiera deteriorado tanto en los últimos tiempos, no faltaba nada para que llegara al centenario y se hubiese podido armar una joda continental. Por ejemplo, haber sido invitado de honor de Bush y cortar simbólicamente la cinta de la tapa para que los piojosos ésos de los chicanos no se crucen al otro lado.
La sola mención del simpático e inteligente George W. y su posible longevidad nos frunce el tugets, qué quiere que le diga. Noventa años de ese cabrón no hay planeta que lo resista. Sobre todo habida cuenta que los seres humanos de ideales puros y banderas universales mueren muy jóvenes.
Claro, los matan, se dirán.
O la especie se suicida, también es otra variante.