Gracias a una iniciativa propia de la diputada Inés Urdapilleta, del poder legislativo de la Ciudad, sin que nadie le soplara nada, fue pasada a tratamiento la resolución de nombrar a la Milanesa de la Napolitana, que no es de Nápoles ni de cerca, sino de un bolichón llamado El Napolitano, que ya no existe, patrimonio cultural de Buenos Aires.
Entre otras perfomances, el cuerpo que carga duramente con el peso de gobernar en nombre del pueblo porque los ciudadanos no cuentan ni en las estadísticas, haber nombrado Ciudadano Ilustre de la Reina del Plata al entonces exitoso DT de Boca Juniors, Carlos Bianchi, por iniciativa, de la legisladora Silvia María Eva Gottardi, la viuda del Abuelo Barritta, con quien tiene una hija, para seguir sentando precedentes aseguran fuentes bien informadas que permanecen en varios despachos ideas geniales del tipo de incrementar el patrimonio con el monopatín, el balero, la calesita, los miguelitos, el inventor de la tarjeta de crédito Gar-Card, la silla petisa para sentarse en la vereda en el verano a tomar mate, la musculosa, las chancletas y los canarios flautas.
También habría que incluir el arroz a la cubana porque los nativos de la isla, tozudos como son, siguen insistiendo que en la puta vida vieron algo semejante por ahí, ni antes ni después de la Revolución.
El eco que encontró el mamarracho es digno de atención sobre todo en un momento en que el precio de la carne se ha disparado como un cuete de la NASA y para hacer una milanesa, con o sin napolitana, hay que ir a pedir un empréstito al BID. Sin contar que la mitad de la infancia sumergida debajo de los niveles infames de promesa no van a ver una milanesa en su puta vida, sea de la nacionalidad o especialidad que sea, mientras los cráneos que constitucionalmente gobiernan en nombre del pueblo para que el pueblo, justamente, no la vea ni cuadrada o se compre un paraguas para seguir golpeando en las puertas del Cabildo, tengan dietas de tal magnitud que no solamente milanesas a la napolitana pueden incluir, sino centollas, champán Pommeri y otras delicadezas.
Gloria y loor al Cabezón Duhualde, cuando en marzo del 2002, cuando nos birló 86 mil millones de dólares con la pesificación para que la gran banca internacional tuviera un vuelto y pudiera comer milanesas a la napolitana, sentenció que somos un país condenado al éxito.
No sólo eso: a cadena perpetua y con accesorias.