viernes, julio 18

CASI TODA LA SABIDURIA ES FETIDA


EL ELEMENTO MAS ADECUADO PARA EL LUGAR MAS ADECUADO

¿O acaso cómo empieza el Ulises de James Joyce y se lo considera una obra maestra? El protagonista deponiendo, para usar un lenguaje cursi y educado, mientras simultáneamente lee y se deleita con una baranda de aquellas, de haber almorzado dinosaurio a la vinagreta.

A alguien se le tenía que ocurrir y justo tuvo que ser un argentino, Angel O. Prignano, que acaba de evacuar por el sello Editorial Biblos, el imprescindible volumen El Inodoro y sus conexiones. La indiscreta historia del lugar de necesidad que por común excusado es nombrarlo. Más allá del contenido, que no vamos a analizar (para eso están los bioquímicos) y menos que menos revolver con un palito. Pero sí que es el volumen adecuado para que una vez cumplidos los preludios, apoyadas las aposantaderas, procedamos a abrir sus páginas y mientras procedemos a la vulgar y prosaica función fisiológica, nos enteramos todos los vericuetos que le viene trayecto a la humanidad, la trayectoria compleja, cuando uno, babieca por naturaleza, cree que el asunto es intestino grueso, recto, esfínter, su ruta.

Nada de eso. Con sana crítica literaria debemos prever que el autor no tomó en cuenta todos los inhibidos, culo fruncidos y demás que con su obra (el libro, che) en sus manos se constipan y se les puede a hacer un bolo. Que el fenómeno suceda a la altura del aparato digestivo sería dentro de todo normal, pero el peligro es a nivel cerebral, habida cuenta de la cantidad de gobernantes con mierda en la cabeza que tenemos.

Con lo saludable que es evacuar a campo abierto, mecidos nuestros cachetes por la brisa pampeana, las megápolis no saben que hacer con la KK y, permitásenos la expresión, cada vez hacen más cagadas, que aunque metafóricamente aumentan el programa.

Prignano no escatimó horas, esfuerzos con la escafandra de buzo para sumergirse en el problema e ilustrarnos sobre el asunto mientras la materia fecal busca su destino. Como es un amigo, no le vamos a empezar a buscar problemas a un esfuerzo titánico en que se cagó parte de su vida de hombre maduro. Pero por ejemplo en los últimos capítulos no trae las soluciones posibles que una vez cerrado el ejemplar, procedido a cortar la tirita de papel higiénico para hacer lo que hay que hacer, le das a la catarata de agua, el cabrón del piso de abajo tapó la cloaca y viene un reflujo que estampa con libro y todo en el cielorraso.

Acá nada más apropiado que la prosaica expresión una verdadera cagada. Tampoco aventura nada que en esta época de loca tecnología todavía no ha aparecido el inodoro con eyector y superar la falta cada vez más de tiempo, cagar, pulsar las palancas y botones y salir como un cohete (cohete, no cuete) hacia el destino prefijado.

Si no se debe blandengue con la crítica, aunque el autor sea un amigo, como es en este caso, macula la brillantez de la obra que recién comienza a aparecer la haya titulado Introducción. El inconciente le jugó una mala pasada al pobre angelito o Angelito, como gusten. Los atavismos de los siglos lo enterraron en el lugar común. El título exacto para una obra de esta magnitud tendría que haber sido Evacuación. Y a los que nos tilden de guarangos, cursis, zafios y demás, que se vayan a la mierda, que se vayan, que ahora encima tienen bibliografía.

En el acto de presentación, que se llevó a cabo en el Museo de la Ciudad, como no podía ser menos, con la presencia de distinguidas personalidades, en una improvisada rueda al finalizar el acto, donde estaba el poeta Fernando Sánchez Zinny, se llegó a la conclusión que en realidad el autor se había animado, con coraje y valentía, a abordar un problema terminal de nuestra época.

Cualquier otro, se hubiera cagado.

Entre los buenos auspicios, se dejó deslizar que en poco tiempo más un estudioso como Angel O. Prignano se va a zambullir en otro obra complementaria, imprenscindible en el asunto, como es del balde a la cadena y al botón. Porque con este logrado estudio el fenómeno queda interruptus, flotando, toda la flota de submarinos a la espera de un destino más oceánico.

Es de hacer notar que con los tiempos fenicios que corren, los editores, ni lerdos ni perezosos, al doble de precio, hicieron una tirada ejemplar, un volumen doble para todos aquellos que los inodoros comunes le quedan como un supositorio.