Para decir de lo algún modo, si se quiere fue extraño en esta Argentina transversal. Ocurrió el último 22 de mayo a la mañana, cuando de la avenida Belgrano, al sur, por la 9 de Julio, se entraron a amontonar colectivos de todos los tamaños, bajar gente y amontonarse policías de la Guardia de Infantería. Algunos vehículos eran cómodos transportes de larga distancia, con asientos tipo avión y aire acondicionado.
Una manifestación más para romper las pelotas a la inmaculada tranquilidad de la Santa María del Buen Ayre, pensaron las buenas conciencias. Hasta que uno, naranja, transporte escolar, traía sobre su lateral derecho, la leyenda:
ASOCIACION ARGENTINA DE TRABAJADORES DEL LAPIZ
Eran los quiniela, eran, que marchaban por sus derechos de legalizar de una vez por todas su benemérita de jugarle de coté al estado y pagarle de frente a los taqueros, campañas políticas a punteros y concejales de turno, etc. Con Eduardo Duhalde en la gobernación del primer estado argentino, se aceptó que el juego clandestino quintuplicaba al legal.
Cosa rara en un país tan bien informado, ni un solo móvil de radio o tevé, ni un solo fotógrafo. Nadie se enteró del evento, como ahora se ha vuelto lugar común. Los hubieran escrachado y no queda prolijo. Para la próxima está anunciado un piquete del Gordo Valor y sus muchachos en pos de legalización de afanar blindados, los herederos del Capitán Capucha para que los dejen secuestrar tranquilos, más una de parteras, ginecólogos y demás para legalizar el aborto de una vez por todas.
Hay que terminar con el Delito y el con el Código Penal. Ahora que encima no pagan impuetos a las ganancias, jueces, secretarios, fiscales y demás son un plomazo para un presupuesto cada vez más exiguo.