Milagro de la resurrección y un diario que por ahora es mensuario
El jueves 10 de enero irrumpió en los quioscos de Buenos Aires un revival de la mítica Crítica con aderezos varios. Se trata temporariamente de un mensuario con noticias de diario, a dos pesos, para competir con la jibarizada La Razón que se regala por una moneda en los subtes, y después va a ser una temporadita quincenario para terminar siendo matutino y vespertino.
Le falta ser noticiero de tevé.
Al aporte periodístico mejor ni comentarlo. Sí la cantidad de interrogantes que despierta porque resultó un parto prematuro como en los golpes de Estado, donde siempre había una chirinada antes para ver si podía manotear primero, porque dicen que en marzo sale otra Crítica, la Crítica Bis o la Crítica IIª, vaya uno a saber con un ex juez federal del menemismo a la cabeza de la sociedad comercial y en lo periodístico propiamente dicho otra marca comercial, un polígrafo que alterna con la historiografía como producción de hamburguesas e información sobre los héroes latinoamericanos de las webs norteamericanas, que ya impuso un matutino progre con el dinero de un industrial maderero de Avellaneda, ligado a los derechos humanos por un problema familia durante el Proceso, y después ligado a María Julia Alsogaray por un negocio personal de los nuevos vientos del neoliberalismo. Hubo trabajo en negro a rolete, el más crudo colaboracionismo por la parte gremial, que miró para otro lado, y ahora, como abrazos a un rencor producen esto inédito que podría ser un divorcio aún antes de atracarse a la mina en la calle, porque tironean sobre quién es el dueño del título.
Tal vez nada vez que una perlita en un país que luce más collares que cacique navajo, el que aparece como director de esta flamante Crítica rediviva, que sólo puede llamarse diario en una época en que se llama legisladores a los que cobran el sueldo en el Congreso, no es otro que un especialista en propiedad horizontal pero desde el ángulo, punto de vista e intereses de los administradores profesionales. Fogueado en sacar hojitas impresas con material de interés para el rubro, también curtir programas radiales y otras intentonas por el estilo y del mismo nivel. Pero curiosamente cada vez que hace una aparición pública la amnesia colectiva funciona y se olvidan que es el padre de Jimena Hernández, la chiquita presuntamente asesinada por un pedófilo que la sometía analmente y la tiró a la pileta del colegio privado frente a Plaza Irlanda envuelta en una lona mientras 250 personas no veían nada. Todo esto sucedió el 12 de julio de 1988. El escándalo remeció semanas. Clarín llevó la batuta. Una división homicidios de la ex mejor del mundo encontró asquerosamente un palo de escoba con rastros de sangre, como también una toalla, en una habitación fuera del natatorio cubierto, como a 100 metros, presuntamente usados para el sometimiento previo al asesinato y traslado al hombro del cuerpo.
El jefe por entonces de la División Homicidios de la ex mejor del mundo se va a ver destacado por entonces, en pleno menemismo, en un hecho todavía más inexplicable por juridisdicciones y algo más, en la Catamarca de los Saadi y el caso María Soledad, otro sobre el que el ruido mediático tapó toda posibilidad de razonamiento.
Pero volviendo al flamante director de la Crítica resurrecta o exhumada, no sólo olvidan ese penoso antecedente que es perder un hijo, ya sea en un presunto homicidio o como consecuencia de una enfermedad cardíaca congénita, como informó mucho, muchísimo después, la Academia Nacional de Medicina, sino que ostenta el record de haber sido dueño de La Razón en 1990, cuando ya estaba cuesta abajo en la rodada y los Peralta Ramos aparentemente a cargo. Justamente fue el doctor Marcos Peralta Ramos, que figuraba como director entonces, el que llamó a los referentes del famoso vespertino que boqueaba, entre los que se encontraba el secretario general de la interna sindical del momento, Adolfo Rocasalbas, y les presentó el nuevo presidente del directorio, el padre de la infortunada Jimena. Su gestión fue corta pero se hizo sentir. Rebajó los vales de comida, boxeo con gremialistas, no logró justamente simpatías en un lugar en donde todo indicaba la debacle programa que se venía, y se fue con tanto silencio y misterio como había aparecido a la cabeza del directorio del que supo ser el vespertino más importante del país.
La sorpresa fue grande. Mucho más de que cuando alguno gráfico descubriera la relación entre el que iba todos los sábados a cerrar un suplemento sobre administración de consorcios y el sonado caso, sin jamás decir una palabra y como si el monopolio de batir el parche lo tuviera Clarín.
Su paso por el edificio gigante y al cuete como cenicero de moto de la calle Hornos fue corto. Pero dejó tantos o más misterios que el final de su pequeña hija. A pesar de los tiempos que corrían 26 millones de dólares de pasivo no eran moco de pavo y los sesudos analistas argentinos que sobran, amantes de todas las conspiraciones y tramas, urdieron y urdieron camándulas que pudieran estar atrás de algo tan imprevisto y que a simple vista no tenía gollete.
BOTANA TUVO MELLIZOS
El jueves 10 de enero irrumpió en los quioscos de Buenos Aires un revival de la mítica Crítica con aderezos varios. Se trata temporariamente de un mensuario con noticias de diario, a dos pesos, para competir con la jibarizada La Razón que se regala por una moneda en los subtes, y después va a ser una temporadita quincenario para terminar siendo matutino y vespertino.
Le falta ser noticiero de tevé.
Al aporte periodístico mejor ni comentarlo. Sí la cantidad de interrogantes que despierta porque resultó un parto prematuro como en los golpes de Estado, donde siempre había una chirinada antes para ver si podía manotear primero, porque dicen que en marzo sale otra Crítica, la Crítica Bis o la Crítica IIª, vaya uno a saber con un ex juez federal del menemismo a la cabeza de la sociedad comercial y en lo periodístico propiamente dicho otra marca comercial, un polígrafo que alterna con la historiografía como producción de hamburguesas e información sobre los héroes latinoamericanos de las webs norteamericanas, que ya impuso un matutino progre con el dinero de un industrial maderero de Avellaneda, ligado a los derechos humanos por un problema familia durante el Proceso, y después ligado a María Julia Alsogaray por un negocio personal de los nuevos vientos del neoliberalismo. Hubo trabajo en negro a rolete, el más crudo colaboracionismo por la parte gremial, que miró para otro lado, y ahora, como abrazos a un rencor producen esto inédito que podría ser un divorcio aún antes de atracarse a la mina en la calle, porque tironean sobre quién es el dueño del título.
Tal vez nada vez que una perlita en un país que luce más collares que cacique navajo, el que aparece como director de esta flamante Crítica rediviva, que sólo puede llamarse diario en una época en que se llama legisladores a los que cobran el sueldo en el Congreso, no es otro que un especialista en propiedad horizontal pero desde el ángulo, punto de vista e intereses de los administradores profesionales. Fogueado en sacar hojitas impresas con material de interés para el rubro, también curtir programas radiales y otras intentonas por el estilo y del mismo nivel. Pero curiosamente cada vez que hace una aparición pública la amnesia colectiva funciona y se olvidan que es el padre de Jimena Hernández, la chiquita presuntamente asesinada por un pedófilo que la sometía analmente y la tiró a la pileta del colegio privado frente a Plaza Irlanda envuelta en una lona mientras 250 personas no veían nada. Todo esto sucedió el 12 de julio de 1988. El escándalo remeció semanas. Clarín llevó la batuta. Una división homicidios de la ex mejor del mundo encontró asquerosamente un palo de escoba con rastros de sangre, como también una toalla, en una habitación fuera del natatorio cubierto, como a 100 metros, presuntamente usados para el sometimiento previo al asesinato y traslado al hombro del cuerpo.
El jefe por entonces de la División Homicidios de la ex mejor del mundo se va a ver destacado por entonces, en pleno menemismo, en un hecho todavía más inexplicable por juridisdicciones y algo más, en la Catamarca de los Saadi y el caso María Soledad, otro sobre el que el ruido mediático tapó toda posibilidad de razonamiento.
Pero volviendo al flamante director de la Crítica resurrecta o exhumada, no sólo olvidan ese penoso antecedente que es perder un hijo, ya sea en un presunto homicidio o como consecuencia de una enfermedad cardíaca congénita, como informó mucho, muchísimo después, la Academia Nacional de Medicina, sino que ostenta el record de haber sido dueño de La Razón en 1990, cuando ya estaba cuesta abajo en la rodada y los Peralta Ramos aparentemente a cargo. Justamente fue el doctor Marcos Peralta Ramos, que figuraba como director entonces, el que llamó a los referentes del famoso vespertino que boqueaba, entre los que se encontraba el secretario general de la interna sindical del momento, Adolfo Rocasalbas, y les presentó el nuevo presidente del directorio, el padre de la infortunada Jimena. Su gestión fue corta pero se hizo sentir. Rebajó los vales de comida, boxeo con gremialistas, no logró justamente simpatías en un lugar en donde todo indicaba la debacle programa que se venía, y se fue con tanto silencio y misterio como había aparecido a la cabeza del directorio del que supo ser el vespertino más importante del país.
La sorpresa fue grande. Mucho más de que cuando alguno gráfico descubriera la relación entre el que iba todos los sábados a cerrar un suplemento sobre administración de consorcios y el sonado caso, sin jamás decir una palabra y como si el monopolio de batir el parche lo tuviera Clarín.
Su paso por el edificio gigante y al cuete como cenicero de moto de la calle Hornos fue corto. Pero dejó tantos o más misterios que el final de su pequeña hija. A pesar de los tiempos que corrían 26 millones de dólares de pasivo no eran moco de pavo y los sesudos analistas argentinos que sobran, amantes de todas las conspiraciones y tramas, urdieron y urdieron camándulas que pudieran estar atrás de algo tan imprevisto y que a simple vista no tenía gollete.
A mediados del 2000 la causa por el presunto homicidio fue cerrada y la reacción del padre contra los adminstradores de justicia no fue un dechado de elegías. Encima, a raíz de una de las tantas querellas por calumnias e injurias entablada por el abogado de su ex esposa y también en un momento propio, justamente el que puso en el candelero propio el hecho, terminó con fallo adverso, la ex mejor del mundo lo detuvo, se sintió descompuesto y lo llevaron al Ramos Mejía. De allí, sin mayores explicaciones de custodios y autoridades del nosocomio se fugó y la noticia desapareció del candelero con la misma fugacidad con que había vuelto a renacer.
Vueltas que tiene la vida, imposible publicarse por delirantes las versiones que se hicieron correr sobre el aparente manto protector del o los asesinos de la nena. Una que vale la pena no olvidar es la Carta de los Lectores que publicó La Nación en menos de lo que canta un gallo cuando normalmente las misivas serias duermen el sueño de los justos, igual que todo trámite que se precie de tal y sea sobre lo que sea. Allí el diario de los Mitre se hacía eco de una versión que andaba circulando y que aseguraba que el hijo seminarista de un alto funcionario del gobierno de Alfonsín era el autor de todas las aberraciones. Los dardos apuntaban contra José Ignacio López, (a) Nacho, vocero presidencial, periodista de larga trayectoria y muy buenas relaciones con la Iglesia que curiosiamente no tiene hijos varones y, por lo tanto, mucho menos seminarista.
La carta estaba firmada por el comisario Etchecolatz, ya acusado de cuanto crimen contra la humanidad se podría haber cometido y zafado gracias a la benignidad de la legislación alfonsinista. Al ser denunciado por el tenor de la carta, lo más pancho le dijo al juez que a él se lo había contado el chofer de un taxi que había tomado cerca de Tribunales. Y lo dejaron ir. Hoy, veinte años después, está con perpetua en Marcos Paz y su principal testigo de cargo, prisionero y víctima de tormentos, el anciano albañil Julio López sigue desaparecido para escarmentar a los que todavía quieran abrir la boca.
Al tomar ribetes escandalosos la muerte de la pequeña Jimena los cañones le apuntaron al principal funcionario laico, justamente a cargo de la multimillonaria administración del colegio religioso. Los polis no tuvieron piedad con él. Fue seguido de manera implacable y conversado entre las góndolas de los supermercados donde se abastecía, interrogándolo acerca de si a la noche no había soñado con la nena, etc.
Después hubo un giro y todos apuntaron a un bañero de apellido Bianchi que había sido separado de esas funciones en las piscinas del club Atlanta, aparentemente por andar toqueteando alguna menor, una tipología que no da con la de violadores y homicidas. Pero recibió hasta el encarnecimiento. El principal semanario de la editorial Perfil le dio caza, los fotografió de cuerpo entero y primer plano. Obviamente separado del colegio privado donde había ocurrido todo no tuvo más remedio que hacerse humo de Buenos Aires. Y a dar al San Luis de los Rodríguez Sáa, cuando todavía el Alfredo no había caído en la celada del vibrador ni sido presidente de la república con menos vida que una mariposa de luz ni también huído para sus pagos y renunciado con un jadete de aquellos. Justamente le dio refugio el obispo de esa provincia, íntimo del clan familiar y de muy malas mentas a la hora de hablar de privacidades. Tal es así que la mejor del mundo dejaba deslizar en los oídos de periodistas de confianza que allá se habían producido nuevos hechos aberrantes y ahora el paraguas protector de la Iglesia fundada por San Pedro, agregada al poder omnímodo de los Rodríguez Sáa, había conseguido tapar todo.
Vueltas de la vida, se decía más arriba, porque la renovada crítica dirigida por el padre de la nena, no oculta para nada sus simpatías oficialistas con una foto a color del matrimonio Kirchner en la que puede ser la primera y última tapa. Arriba, en la franja de cabecera, para balancear los tantos y mostrar de dónde viene la mano, aparece la foto y un pirulito para el Alberto, candidato de los ultraortodoxos peronistas, anunciando una foto en el interior. ¿Qué natatorios infantiles andará cuidando el sospechado, acechado y hostigado Bianchi?
Después, en las elecciones que Aníbal Ibarra le ganó a Mauricio Macri por la jefatura de gobierno, el papá de Jimena también fue candidato por una ignota agrupación y que se hizo pública gracias a unos más ignotos carteles casi tamaño estampilla, bien indicativos de que aparte de desconocida lo mismo que su ideología, no andaba muy bien de fondos para el proselitismo.
Esta nueva aparición no en una idea, sino en una constatación como fue el Nº 1, que periodísticamente no tiene ni ton ni son, mucho menos nivel, cualquier periódico barrial parece superarlo aunque siempre los primeros números generalmente no suelen ser buenos, pero resulta extraño la bifurcación de tantas Críticas -aunque estemos en un país que la Gran Logia de los Hermanos Masones, la sociedad secreta más grande en la historia de la humanidad, en el único país en que se dividió fue en la Argentina, sin contar lo triste de las Madres de Plaza de Mayo y los puzzles peronistas, radicales, izquierdistas de todo color y demás-, apele a semejante dirección y los comentarios sigan guardando silencio en torno a la frondosa y por cierto nada común currícula de este ciudadano.
Ya no nos queda ni para la sorpresa. En la vereda de enfrente el émulo de la historia de Groso, nacido al amparo del periódico El Porteño y para muchos después un vocero de lo que había quedado de la guerrilla, hace mucho que se bajó del caballo al que nunca subió y en el medio de este entuerto aparece enredado con un grupo que si se toma mínimamente en serio el Nº 1 de un mensuario que tiene toda la forma de diario, en una forma de país que se niega a serlo del todo, se lo puede ubicar en un peronismo tan ortodoxo como muy poco progresista. Además, en sus muchos vaivenes no siempre demasiado claros y siempre muy exitosos, justamente la misma Perfil en la que después colaboró exclusivamente en el hebdomedario, lo mandaron abajo del tren en el semanario Noticias revelando que ser independiente, revoltoso y progre en la Argentina no es tan mal negocio porque el que cada día más gordito y travieso ya disfrutaba de un chalet en La Mansa de Punta del Este, valuado en 110 mil dólares y reluciente en la foto a color.
Como para los que dicen que al peronismo no lo entienden porque se lo analiza y encuadra con mentalidad europea, la Crítica I es transversalista sin perder el verticalismo y la Crítica II puede ser tan redonda que por fin encuentre la cuadratura del círculo. Tal vez tengan razón. Y ahora todavía encima hay que agregar lo que pueden llegar a deparar estas dos Críticas y unos agujeros negros que se niegan a tener explicación incluso ya no para mentalidades europeas, pakistanas o de Botwana Faso. Ni la magia de Guillermo Moreno en el INDEC va a alcanzar para dar alguna explicación que se parezca a la lógica.
Después, en las elecciones que Aníbal Ibarra le ganó a Mauricio Macri por la jefatura de gobierno, el papá de Jimena también fue candidato por una ignota agrupación y que se hizo pública gracias a unos más ignotos carteles casi tamaño estampilla, bien indicativos de que aparte de desconocida lo mismo que su ideología, no andaba muy bien de fondos para el proselitismo.
Esta nueva aparición no en una idea, sino en una constatación como fue el Nº 1, que periodísticamente no tiene ni ton ni son, mucho menos nivel, cualquier periódico barrial parece superarlo aunque siempre los primeros números generalmente no suelen ser buenos, pero resulta extraño la bifurcación de tantas Críticas -aunque estemos en un país que la Gran Logia de los Hermanos Masones, la sociedad secreta más grande en la historia de la humanidad, en el único país en que se dividió fue en la Argentina, sin contar lo triste de las Madres de Plaza de Mayo y los puzzles peronistas, radicales, izquierdistas de todo color y demás-, apele a semejante dirección y los comentarios sigan guardando silencio en torno a la frondosa y por cierto nada común currícula de este ciudadano.
Ya no nos queda ni para la sorpresa. En la vereda de enfrente el émulo de la historia de Groso, nacido al amparo del periódico El Porteño y para muchos después un vocero de lo que había quedado de la guerrilla, hace mucho que se bajó del caballo al que nunca subió y en el medio de este entuerto aparece enredado con un grupo que si se toma mínimamente en serio el Nº 1 de un mensuario que tiene toda la forma de diario, en una forma de país que se niega a serlo del todo, se lo puede ubicar en un peronismo tan ortodoxo como muy poco progresista. Además, en sus muchos vaivenes no siempre demasiado claros y siempre muy exitosos, justamente la misma Perfil en la que después colaboró exclusivamente en el hebdomedario, lo mandaron abajo del tren en el semanario Noticias revelando que ser independiente, revoltoso y progre en la Argentina no es tan mal negocio porque el que cada día más gordito y travieso ya disfrutaba de un chalet en La Mansa de Punta del Este, valuado en 110 mil dólares y reluciente en la foto a color.
Como para los que dicen que al peronismo no lo entienden porque se lo analiza y encuadra con mentalidad europea, la Crítica I es transversalista sin perder el verticalismo y la Crítica II puede ser tan redonda que por fin encuentre la cuadratura del círculo. Tal vez tengan razón. Y ahora todavía encima hay que agregar lo que pueden llegar a deparar estas dos Críticas y unos agujeros negros que se niegan a tener explicación incluso ya no para mentalidades europeas, pakistanas o de Botwana Faso. Ni la magia de Guillermo Moreno en el INDEC va a alcanzar para dar alguna explicación que se parezca a la lógica.