miércoles, septiembre 17

"ARGENTINOS: NO SEAN GILES, AVIVENSE"

Pintada en una pared de Santa María, Catamarca, donde terminan los Valles Calchaquíes, abril 08


UN HERMOSO TRIPTICO
Argentina, como siempre, da para cualquier cosa. Mientras a la abogada platense que está en el sillón de Rivadavia, ex militante de La gloriosa JP, le da por lo arrabalero y sobrar al Primer Mundo como lo que nos quisieron vender y que es una burbuja que ha estallado mientras nosotros estamos aquí, firmes, según se apreciación, en otra parte del país, donde generalmente han estado siempre ubicados los gallineros, declarados solemnemente como inviables por los tecnócratas del neoliberalismo cuando el actual matrimonio gobernante hacía otro tanto en Santa Cruz y no se escuchó nada, queda muy lejos Río Gallegos, ni hablar de los Valles Calchaquíes, y habitan ciudadanos que datan de la etapa precolombina, desde hace diez años, cuando rigoreaba el Chango de Anillaco en el país y el Changuito Cañero en Tucumán y los Saadi en la Cuesta del Portezuelo, se instaló una lumbrera en los Valles Calchaquíes a usar las impresionantes napas de agua pura que tienen bajo tierra y contaminar el medio ambiente, aparte de alguna que otra industria atómica, con consecuencias tan o más mortales.
Al mismo tiempo, Buenos Aires está tapizado del último best seller de John Grisham, el autor de Tiempo de Matar, ahora editado por la Ramdom House, cuyo título La apelación da cuenta de un juicio en Misissipi por las consecuencias estragantes, la plaga de cáncer que sembró una industria química a despecho de los controles de la Primer Superpotencia. En el NOA, la atomización de organizaciones que nuclea a los antiguos pueblos indígenas, sacaron una terminante, concluyente y casi desesperada declaración que anda yirando por Internet en mailing list improvisadas, donde no aportan nuevo, salvo que otra vez los siguen afanando y que los están contaminando con tierras que les usurparon los españoles y ahora usufructan los restos de los argentinos, particularmente los habitantes del río que no es río, también contaminado, sino un Mar Dulce.
Las apreciaciones sensibleras, terroríficas, apocalípticas ya no sirven para nada. Sobre todo frente al raiting de Tinelli. La que se reproduce arriba es una foto familiar, casera, turística, y raro que nadie se haya detenido en esa esquina de la ciudad catamarqueña. Porque allí también hay otras pintadas que acusan con nombre y apellido al Pingüino y a un tal Mayoral, como dueños o máximos responsables, no se sabe por que ahora no lo explicitan en el extenso y denso comunicado. El desgaste de la pintura indica que no son de ahora. La prolija omisión de nombres en la declaración de El Bañado, en cambio, da cuenta de las fracturas existentes otra vez en esas organizaciones, no como otrora, por provenir de diferentes etnias, si no que hay algunas directamente alineadas en el kitcherismo.
Con varios títulos mundiales por nuestra proverbial habilidad para llorar sobre la leche derramada y rasgarnos las vestiduras, aborígenes y no aborígenes van a tener que empezar a caer como moscas por la leucemia y otras plagas para que salga otra comisión investigadora capitalina con la misma suerte y resultados que cuando Chiche Duhalde, a la sazón primera dama, se llegó hasta el Tucumán porque parece que había desnutrición en plena ciudad, no en los rancheríos que cómodamente disfrutan las antiguas indiadas.
Mientras tanto, en la Reina del Plata, la capital de la República de la Pampa Húmeda, como la calificó el ya fallecido sociólogo y antropólogo santiagueño Eduardo Archetti, el autoexterminio argentino, otro récord mundial que nos enorgullece, que ya viene desde el Proceso, no desde ayer en un país sin memoria, se volvió a alcanzar la cifra de 30 muertos diarios y un herido grave cada 30 segundos por el entusiasmo con que se están cagando a palos en rutas, autopistas, avenidas y calles dentro del perímetro federal y alrededores. Mientras tanto, se festeja con alborozo, los todavía 300 mil 0 km. que aguardan flamantes ser echados a rodar. No vaya a ser que nos quedamos sin infraestructura.
Lo de los Valles Calchaquíes denunciado ahora no solamente sucede allí. Pueden amargamente contar con la bonhomía y humanismo de la ingeniera Julia Alsogaray que de un plumazo volvió al Riachuelo como una fuente cantarina de la Alahambra. Y si se parece bastante a una lenta y pérfida conducta genoicida, si se le suma la suicidógena de los autazos, que producen un Cromañón cada semana, en la burbuja no parece que estamos tan firmes como se entusiasma la abogada platense.
A todo esto, la aparición rutilante en primera fila de los carteles mexicanos de la efedrina, con su secuela de drogas de fantasía, y que se siga majaderamente insistiendo que somos un país de tránsito, demuestra no sólo que somos un país de fantasía y en tránsito, sino qué quiso exactamente decir Eduardo Duhalde cuando vaticino que estamos condenados al éxito, más firmes que nunca.
"Argentinos, avívense, no sean giles." ¿O no somos más vivos y piolas?