Ya hacía una semana había terminado la segunda final por el torneo Apertura colombiano y el Atlético Junior acababa de comerse otro boletón en manos del Once Caldas, perdiendo de esa manera, y de local, para colmo, la oportunidad de campeonar. En la noche del sábado 27 de junio, vecinos a la casa de los padres del 5 de los perdedores, Javier Flórez (27), desde la terraza, le gritaron maleta, deformación despectiva también allí de malo, tronco, pero fundamentalmente de arrugador, porque también lo acusaron literalmente de no traspirar la camiseta, ya que en el último partido hasta había sido reemplazado al comenzar el segundo tiempo, la dirección técnica evidentemente disconforme con el rendimiento en el equipo de su ciudad natal, donde ya llevaba ocho años en primera división.
Como siempre las versiones son más de uno aunque el muerto y la muerte sean únicos. El insultado, calentito encima por los resultados y varias birras encima, se introdujo en el domicilio paterno, salió armado, lo encaró al más enojado de los hinchas, el electricista Israel Cantillo Escamilla (24) y se pusieron a forcejear con el arma. El mediocampista alcanzó a gatillar y darle en una mano primero, luego en el pecho; con la víctima en el suelo, lo remató y terminó vaciando el cargador a la mexicana, tirando al aire, para atemperar la reacción de los testigos, antes de darse a la fuga a pie.
Ni siquiera atinó a utilizar su vehículo particular, con el que había hasta esa barriada pobre de Barranquilla, donde viven sus padres. No le duró mucho anduvo unas horas prófugo hasta que antes del amanecer del domingo 28 se presentó detenido en la fiscalía y declaró.