Los primeros que entraron a hacer correr chistes fueron los propios mineros. Los de la superficie replicaron y han llegado al colmo de juntar a chistosos profesionales que les han grabado tres horas en MP3 con cuentos, chascarrillos, tallas, como dicen los chilenos, de todos los calibres, y cuanto venga a cuento. Cualquier cosa con tal de pasar el tiempo, posiblemente la tarea más tediosa del ser humano. Y en qué circunstancia. Pero ocurre que el humor es lo más serio que hay y a uno de ellos, Yonni Barrios, la vaca de la ha vuelto toro: lo espera una sorpresa que ya circula por todo el campamento Esperanza y el orbe. Enfermero aficionado vacunó a todos sus compañeros, hasta se autovacunó y todavía no está enterado que arriba, en la también tensa vigilia, su esposa legal, la señora Marta Salinas, de 56, estaba esperando cuando observó que otra mujer, Susana Valenzuela, clamaba también por él a voz en cuello. Al recriminarle la actitud por el contrato social existente que le otorgaría la exclusividad no tuvo más remedio que enterarse que se trataba de La Otra. El Yonni venía jugando simultáneas, según la jerga imperante en el juego ciencia del ajedrez, y de no haber mediado la catástrofe que ha puesto en vilo al universo, según las promesas que la Valenzuela ha hecho saber, ya estaría juntito a ella. Más de un sitio, como al que se puede acceder con este link, le ha dedicado ídem al asunto que de reidero promete nada más que la formulación.
Por supuesto, con la delicadeza que se maneja la info que llega hasta los 688 metros de profundidad el bueno de Yonni todavía no sabe nada y se despanzurra de risa con los chistes de sus compañeros y con los que les mandan sus compatriotas profesionales del humor. Pero sus virtudes de paramédico y dojuanescas mantiene firmes a las dos mujeres, que permanecen en el lugar dispuestas a ejercer la titularidad en el matete hasta las últimas. Su mala pata sólo puede ser comparada con la de otro enterrado que a fines de febrero último, en Talcahuano, se salvó por un pelo del manso terremoto seguido del tsunami y decidió emigrar hacia el norte, lejos de la costa y a unos mil metros de altura, cuando el 5 de agosto se metió al socavón y se les vino el túnel encima.
Por supuesto, con la delicadeza que se maneja la info que llega hasta los 688 metros de profundidad el bueno de Yonni todavía no sabe nada y se despanzurra de risa con los chistes de sus compañeros y con los que les mandan sus compatriotas profesionales del humor. Pero sus virtudes de paramédico y dojuanescas mantiene firmes a las dos mujeres, que permanecen en el lugar dispuestas a ejercer la titularidad en el matete hasta las últimas. Su mala pata sólo puede ser comparada con la de otro enterrado que a fines de febrero último, en Talcahuano, se salvó por un pelo del manso terremoto seguido del tsunami y decidió emigrar hacia el norte, lejos de la costa y a unos mil metros de altura, cuando el 5 de agosto se metió al socavón y se les vino el túnel encima.