El cholito escribe libros y no nos quiere nada. Andá a llorarle a Fuyimori, andá. |
Mario Vargas Llosa, a poco de presentar su última novela, considerada si no el mejor, uno de sus mejores logros literarios, inédita en el momento de recibir recientemente el Premio Nobel de Literatura 2010, se despachó con todo contra la Argentina y en particular focalizó el fuego de artillería en el peronismo. Lo hizo a dos manos, sin guantes. Tampoco usó lubricantes ni atenuantes. Este último bombazo hizo blanco al cumplirse una semana del súbito (es una manera de decir) fallecimiento de Néstor El Lupo Kirchner, ya casi ungido un ícono revolucionario con cuentas pendientes en el fuero judicial no debidas precisamente para la justicia social y cuando según la última y muy dudosa declaración patrimonial había amarrocado 15 millones de dólares en el último quinquenio, una cifra que casi hay que multiplicar por diez si se toma en cuenta lo que afirman las versiones a los gritos de lo atesorado por un grupo no de amigos, sino de ex subordinados y servidores suyos. En la escala de valores del escritor no ya revolucionario, sino que apenas le concede la sentina del populismo. No aportó nada nuevo el autor de La ciudad y los perros, sólo que no ahorró munición en salvas y el momento en que lo dice tiene un entorno muy particular.
En la Argentina sus dichos tuvieron dos repercusiones. Una, obviamente, en Clarín. Las otras fueron en Perfil, repitiendo casi lo mismo, en una, y en la otra exhumando una entrevista del 2009, donde se despacha a gusto sobre los Kirchner. Los conceptos son duros, a veces hasta con cierta inclemencia, y tienen todo el tono del despechado. El nacido en Arequipa, criado en parte en Bolivia y en el para nada barrio popular de Miraflores y el Liceo Militar Prado ya había evacuado, vía ficción, algunos entripados en La Tía Julia y el escribidor, utilizando la vía de un personaje tan delirante como desopilante que es el autor de radioteatrados apedillado Camacho, de nacionalidad boliviana y un antiargentinismo tan ridículo como enfermizo. Aunque obvia, con o sin el ropaje de la ficción, la mirada de Vargas Llosa no es sobre la Argentina total sino sobre el Buenos Aires que circula en voz baja que se trata de una ciudad fundada por lo españoles, ideológicamente colonizada por los británicos, culturalmente francesa y poblada por judíos e italianos. Difícil saber si entre la sólida y amplia cultura universal de ahora defensor del neoliberalmo se encuentra el positivista y socialista José Ingenieros que en uno de los clásicos que supo escribir, aparecido en la vísperas de la Reforma Universitaria local y la Revolución Bolchevique en la Rusia zarista, dividía el ex Virreynato del Río de la Plata en cuatro países, uno de los cuales, como es obvio, pivoteaba sobre el Puerto Unico y sus alrededores de la pampa húmeda alfombrada de trigo y vacas, pero a otro lo llamaba justamente el País Peruano, comenzaba en la ambivalente Córdoba, que era a la vez La Docta de Vélez Sarsfield y la bárbara de los Aldao y los jesuitas, para subir y enclavarse en el Cuzco por un corredor que pasaba vía Quebrada de Humahuaca, comprendía a la revolucionaria Chuquisaca y a toda la puna boliviana con la solidez que hasta hoy muestra la cultura aymara.
De todas maneras el empacho que tiene Varguitas, defensor de la Revolución Cubana o de la Inglaterra de su amiga personal Margaret Tatcher, no le pertenece en exclusividad. Somos varios los que agregados más o menos, correcciones en paralaje más o menos, compartimos este azoramiento que tangueramente se podría traducir como el cuesta abajo en la rodada. Lo que también hay que tener en cuenta es la honestidad y no poca valentía de Vargas Llosa. Se podría tranquilamente haber ahorrado meterse en este terreno alfombrado de huevos que no le acarrea ninguna ganancia y le gana justamente las iras peronistas, el único elemento que los aglutina en su esencia netamente clánica. Con la mejor de las sonrisas se le podría replicar lo que dijo el cineasta Tony Richardson en 1965, con motivo de haber sido invitado al Festival Internacional de Cine de Mar del Plata y se le preguntó por la monarquía imperante en su país: "Es un lujo que solamente los ingleses nos podemos dar", resplicó sin inmutarse, arrancando carcajas y aplausos a la vez. Es algo que vale lo mismo para el peronismo: es un lujo, para colmo obsceno, que los argentinos nos damos para manterner un perfil bajo... Cuando Vargas Llosa hace ese repaso del antidemocrático reparto de recursos que hizo Dios, beneficiando netamente a la Argentina por encima de todos los países circundantes, tendría que conocer y recordar un chiste corriente desde hace mucho en el acervo popular y que da cuenta de las protestas que produjeron en su momento en el mismísimo San Pedro por la flagrante injusticia, impropia de un Dios. La réplica divina es un regalo de la casa, Varguitas, no nos debés nada: "Dejá", habría dicho el Todopoderoso. "Ya vas a ver la gente que le pongo adentro." Y un hombre como él tendría que saber de sobra que no sólo Dios es argentino, sino que además es gorila.
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